Sara
estaba harta de mí y de mis teorías. El curso había empezado, las vacaciones de
Navidad se habían acabado, dejando tras de sí las preguntas sin respuesta.
Nuestros padres habían decidido que nos quedásemos en casa ese año, para así
evitar los recuerdos del verano. Pero eso no hizo que yo dejara de darle
vueltas, Rocío seguía sin aparecer, la policía no había descubierto nada, y
todo el mundo, excepto su familia, se había dado por vencido, ya no tenían esperanza
alguna, y eso me enfurecía. ¿Por qué se rendían? ¿Acaso no querían volverla a
ver? Decidí tomármelo en serio, y empezar una investigación por mi cuenta.
El
sábado por la tarde me encerré en mi habitación diciendo que tenía que estudiar
y que no me molestaran. Saque una libreta nueva y empecé a anotar todo cuanto
sabia y recordaba. La verdad es que no era gran cosa, mis recuerdos estaban
confusos, así que decidí anotar todo, aunque no tuviera mucho sentido, y luego pediría
ayuda a Sara (que seguro se enfadaría) y a nuestros amigos, a ver que podía
sacar en claro.
La
verdad es que no fueron de mucha ayuda, los recuerdos vagaban por nuestras
mentes de forma desordenada e inconexa, aunque por suerte no me tomaron por
loco, y se ofrecieron a ayudarme en cuanto pudieran.
Decidimos
reunirnos una vez por semana para poner en común cuanto descubriésemos, y así
intentar averiguar algo sobre el paradero de Rocío.
Una
noche de insomnio, mientras releía las anotaciones de nuestros recuerdos, algo
me llamó la atención. Ninguno de nosotros recordaba haber estado en la piscina
de Rocío aquella tarde, pero a todos nos habían dicho lo mismo, que llegamos
agotados y nos habíamos acostado al acabar la cena. ¿Era posible que no recordásemos
nada ninguno? ¿Y porque nuestros padres nos habían dicho exactamente lo mismo a
todos?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario