miércoles, 15 de febrero de 2012

La casa de verano

Su risa era contagiosa, como un cosquilleo que empezaba en el estomago y te hacia sonreír, intentabas evitarlo si estabas enfadado, pero era prácticamente imposible.
En la casa de sus padres había un antiguo retrato de familia en una pared del salón. Sus hermanos salían sonrientes, con cara de traviesos. Su madre tenía una ligera sonrisa y la miraba de reojo. El padre estaba erguido, serio pero relajado, con la mirada fija, parecía seguirte por la habitación, siempre me puso los pelos de punta. Ella no sonreía, tenia un gesto triste, pero su semblante era tranquilo.
Todos los veranos su familia organizaba una fiesta al terminar las vacaciones, la casa y sus jardines se llenaban de todo tipo de gente. Muy bien vestidos, bronceados y sonrientes, pero con cierta tristeza en sus miradas, quizás por el fin de las vacaciones, por la vuelta a ciudad, o por sus monótonas vidas.
Desde que ella desapareció no nos volvieron a invitar a la casa de verano, su madre decía que era demasiado doloroso vernos corretear en la piscina y que ella no jugara con nosotros, aunque realmente nunca pareció que se alegrara mucho de tenernos por ahí.
Ya habían pasado 4 meses desde la última vez que la vimos, y yo no estaba dispuesto a que nos excluyeran de la investigación. Pero ¿Qué podíamos hacer? Para sus padres siempre seriamos unos críos que no recordaban nada de aquel día, poco podíamos hacer.







1ª parte

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