Repasé lo que recordaba de aquel día. Hacía mucho calor, quedarse
en casa era insoportable, y más en la de mi tía. Todas las ventanas tenían las
típicas mosquiteras de la zona, que evitaban los molestos zumbidos nocturnos,
pero no dejaban que corriera el aire lo suficiente como para aliviar ese bochorno.
Sara y yo decidimos acercarnos a la playa, no nos gustaba demasiado, y menos en días
como ese, en los que resultaba imposible encontrar un hueco para estirar las
toallas o poder refrescarse, pero el calor empezaba a ser insoportable.
Mamá nos dio protector solar, un par de toallas y dos
gorras. Salimos escopeteados antes de que nos cargara con más cosas, y
enseguida llegamos al paseo marítimo. Empezamos a buscar algún conocido con el
que sentarnos, pronto escuchamos gritos, carcajadas, follón, y allí estaba ella
junto a tres de nuestros amigos, jugando con la pelota en la orilla. Pasamos la
mañana todos juntos, luego volvimos a casa a comer sabiendo que nos volveríamos
a ver, ya que Rocío nos había invitado a su piscina por la tarde.
Según nuestra madre, Sara y yo pasamos toda la tarde con
nuestros amigos en su piscina, volvimos a casa sobre las diez, estábamos agotados
y nos acostamos enseguida. Esa noche desapareció Rocío, sus abuelos no sabían nada y cuando sus padres llegaron a casa después de pasar el fin de semana fuera ella ya no estaba. Ninguno de nosotros
recordaba nada, ni siquiera haber pasado la tarde juntos y eso era bastante sospechoso, pero nadie parecía darle importancia, lo achacaban al shock de su desaparición.