Estaba a punto de salir cuando Marco me agarró. Yo le grité que me dejara en paz. Me solté y empecé a andar, de pronto algo me golpeó la espalda, un libro. Me giré enfadado cuando empezó a gritarme que estaba loco y era un desagradecido. Encima de la mesa estaba el teléfono, lo cogí y se lo tiré, le dio en la frente, eso le enfadó más y deje de entender lo que me decía, se estaba poniendo morado, hablaba tan rápido que parecía no respirar. Sus manos se movían muy deprisa, la vena de su frente parecía crecer más cada segundo. Quería cerrar la puerta, pero me bloqueaba la salida. De pronto se tranquilizó:
- Solo dime la razón, ¿Por qué mataste a papá?
Entonces me dio la risa.
- ¿Por qué? ¿Por qué? Porque era un cerdo
- ¿Y por qué me lo has contado?
- Porque tú eres igual de cerdo y avaricioso, pero no me parecía justo que murieras sin saber la verdad.
- ¡¿Morir?!
Se quedó pálido e intentó correr, pero ahora era yo quien bloqueaba la salida. Saqué el abrecartas y en su cara se dibujo el miedo, el mismo miedo que debía haber sentido mi padre.
Su pecho se lo tragó como un animal hambriento, la sangre empezó a brotar bañando la habitación. Esperé a su lado mientras se iba apagando. Retiré el abrecartas y me fui.
Mientras me duchaba lo decidí, la siguiente sería mamá, ya era hora de independizarme.